Al principio fue el esparto

Espartales en Huéscar (Granada, España), enero de 2022.

“Hay un sonido, sutil, un fruscìo casi imperceptible que pasa sobre las mesetas abrasadas por el sol, los páramos, los pedregales áridos. Es, para oídos atentos, una música ancestral envolvente, hipnótica. Es el canto del esparto al viento. No te das cuenta, quizás, de dónde viene, pero llena los silencios y los espacios vacíos. Es el canto de la supervivencia, de los que se agachan para no rendirse, para susurrar una alegría permanente de vivir, en todo caso, hasta el amargo final. Una canción que es un mensaje que resulta pleno, absoluto, completo, cuando nos asalta la excepcionalidad de un desastre, de una tragedia, de una plaga, desbordando optimismos, certezas, convicciones de invulnerabilidad.

Pero pocas personas notan que este sonido es una armonía. Pablo Yarza sí. Para él, este sonido desciende a lo más profundo de su ser, del alma, toca y amplifica las cuerdas de la sensibilidad, hace vibrar emociones antiguas y ancestrales. Quizás sea su versatilidad artística, el haber hecho música, jugado con sonidos, conocido y practicado acordes y asonancias, lo que le ha ayudado a entrar en comunión de resonancias acústicas con las cañas del esparto. Para él son teclas de piano que, junto con los demás arbustos esparcidos por el árido, se convierten en un órgano de la naturaleza: composiciones polifónicas que vibran según los cambios del viento, donde el instrumento armónico —el esparto—, y su intérprete natural —el viento—, se compenetran. Pablo no quiere que estas armonías queden reservadas a oídos especiales, quiere que el misterio musical se transforme en imágenes y se traduzca a un lenguaje que penetre en nuestra percepción. La difícil tarea es materializar el sonido, o más bien las vibraciones de los sonidos sobre el lienzo, con colores que reproduzcan el concierto, gestos y materiales pictóricos que den la profunda sensación de armonía natural.

Recolectar, seleccionar, alisar, tejer son las formas del amor entre Pablo y las púas de esparto. Para que jueguen por él y por nosotros es necesario que lo "primitivo", "lo antiguo", "lo preexistente" sea protegido, salvaguardado. Que se salve y se represente epifánicamente el contenido simbólico de una naturaleza que se resiste al cambio y su consecuente perversión. Sólo así puede sobrevivir el canto del esparto, sutil y robusto, antiguo y perpetuo. Pablo dobla los hilos, los enrolla unos con otros, los retuerce y los amarra. En la acción escucha sus dedos en comunión con la planta, luego prepara un fondo con los colores de la noche y el día, con los matices de sensaciones y estados de ánimo, los une o divide sobre el lienzo siguiendo las notas y sonidos del esparto y del viento.

La de Pablo es una ecología del espíritu que respeta las virtudes primordiales de la planta, la humildad, la resistencia, la fragilidad de la unidad y la fuerza del todo: el vínculo con una cultura campesina que ha superado los siglos y el respeto a su casi invisible indispensabilidad. Miro sus obras no para analizarlas, sino para escucharlas con oídos sensibles de animal nocturno. Advierto que la técnica minuciosa y depurada del artista en la fijación y montaje de los tallos no es desprendimiento o distanciamiento del material original, sino respeto y reverencia, y que la elección de la encáustica como técnica de protección hace de las obras una expresión de amalgama natural, de elementos que fluyen de la tierra al lienzo.

Tótem, un evocador título de misterio y protección; maderas talladas que defienden y preservan a través de imágenes polimórficas. Y totémica es la secuencia de gestos que colocan los tallos de esparto sobre la superficie plana. Son obras que no deben ser observadas individualmente, sino como una procesión de volúmenes que hablan una lengua antigua, signos que son los sonidos que preceden a la articulación lingüística. Nos encontramos en una atmósfera que nos remite a las pinturas rupestres —a Altamira y Lascaux—; a una época en la que la unión con la naturaleza era un hecho y las diferencias entre hombres, plantas, animales no eran distancias; y los pictogramas de negro humo y ocre sobre las paredes de la cueva celebraban ese paraíso perdido.

Pablo, con sus frágiles tallos, evoca esta unión para no olvidarla y hacerla vivir de nuevo dentro de nosotros, llamando a nuestro espíritu y a nuestra conciencia a unirse al coro del viento y el esparto.”

Massimo Olivetti.

Prefacio en TOTEM (Pablo Yarza 2022, ISBN 978-84-09-39473-9).

Massimo Olivetti, retrato en Huéscar (España) 2021.

Massimo Olivetti. Nacido el 30 de mayo de 1946 en Occhieppo Sup. (Biella, Italia). Asistió a la escuela secundaria clásica, y se graduó tanto en la escuela secundaria científica como en el Instituto Magistral. Se licenció en Derecho y en Literatura Moderna. Ha enseñado Derecho, Economía, Italiano, Latín e Historia en institutos. Ha colaborado con periódicos y semanarios como editor y columnista y actualmente forma parte del Comité Editorial del Corriere dell’arte. Ha escrito libros y fue galardonado con el premio "Cesare Pavese" de literatura. Colabora desde hace años con el Museo Casa de África de La Habana y con la Oficina del Historiador de Cuba. Ha comisariado numerosas exposiciones en Italia, Cuba, Canadá y escrito presentaciones para catálogos y publicaciones de arte. Vive y trabaja en Turín en Italia.

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